ESTACIÓN DE BOMBEROS

Charles Bukowski

Traducido del inglés por: Wilson Orozco

Para Jane, con amor

nos fuimos del bar

porque ya no teníamos plata

pero sí unas cuantas botellas de vino

en la habitación.

eran más o menos las 4 de la tarde

cuando pasamos por una estación de bomberos

y ella se

enloqueció:

“¡UNA ESTACIÓN DE BOMBEROS! Ah, me encantan

LOS CARROS DE BOMBEROS, ¡es que son

tan rojos! ¡entremos!”

yo la seguí

“¡CARROS DE BOMBEROS!” gritó

meneando su gran

culo.

ya se estaba encaramando

a uno, subiéndose la falda hasta

la cintura, metiéndose de cabeza en el

asiento.

“por acá, por acá, venga li’ayudo” un bombero

se encaramó.

otro bombero se me

acercó: “nuestros ciudadanos siempre tienen las puertas abiertas”

me

dijo.

el otro tipo estaba arriba

con ella en el asiento: “¿tienes una de esas COSOTAS?

ella le preguntó. “¡ah,jajaja!, o sea,

¡uno de esos CASCOS GRANDOTES!”

“también tengo un casco grande”, le

contestó.

“¡ah, jajaja!”

“¿juegas a las cartas?” le pregunté a mi

bombero. solo tenía 43 centavos y

lo único que me sobraba era

tiempo.

“venga,” dijo.

“claro que no apostamos plata. está

prohibido.”

“listo,“ le

dije.

los 43 centavos ya iban casi

en dos dólares

cuando la vi escalas arriba con

su bombero.

“me va a mostrar dónde es que

duermen,” me

dijo.

“bien,” le

respondí.

cuando su bombero se deslizó por el tubo

a los diez minutos

lo

llamé.

“son 5

dólares”

“¿5 dólares por

eso?”

“lo menos que queremos es un escándalo, ¿sí o no?

los dos nos podemos quedar

sin trabajo. claro que yo no estoy trabajando.”

me dio los

5.

“siéntese, a lo mejor los

recupera.”

“¿qué están jugando?”

“naipes.”

“está prohibido

apostar”

“todo lo interesante es prohibido. además,

¿usted ve plata en la

mesa?”

se sentó.

ya éramos

5.

“¿cómo te fue Harry?” le

preguntaron.

“nada mal, nada

mal.”

siguió el otro

tipo.

realmente jugaban mal.

no se preocupaban por memorizar la

baraja. no contaban

las cartas. y sencillamente se quedaban con cartas muy altas

y no las botaban.

cuando el otro tipo bajó

me dio

uno de cinco.

“¿cómo te fue, Marty?”

“nada mal. se mueve…digamos que

bien.”

“¡carta para mí!” dije. “una hermosura. yo soy

el que la cabalgo.”

nadie dijo

nada.

“¿y muchos incendios últimamente?”

pregunté.

“na’a. más o

menos.”

“jóvenes, ustedes lo que necesitan es acción. “¡otra carta

para mí!”

un joven pelirrojo que había estado brillando

uno de los carros

tiró el trapo y se

fue para arriba.

cuando volvió me tiró uno

de cinco.

cuando el cuarto bajó le di

3 de cinco por uno

de veinte.

no sé cuántos bomberos había

en la estación o dónde

estaban. me imagino que algunos se me habían volado

pero yo era un buen

perdedor.

estaba anocheciendo

cuando sonó la

alarma.

empezaron a correr por todas partes.

otros se deslizaban por el

tubo.

luego ella también se deslizó

por el tubo. era buena con el

tubo. qué mujer. solo agallas

y

culo.

“vámonos,” le

dije.

se paró a decirle adiós a los

bomberos que ya no parecían

muy interesados.

“devolvámonos para el

bar,” le

dije.

“aah, ¿y tienes

plata?”

“me acordé que tenía

algo…”

nos sentamos al final de la barra

con unos whiskys acompañados de

cerveza.

“tengo mucho

sueño.”

“claro, nena, tienes que

descansar.”

“¡mira a ese marinero como me mira!

a lo mejor piensa que soy….una…”

“no, no, cómo va a pensar eso. cálmate. tú tienes

clase. mucha clase. a veces me pareces una

cantante de ópera. me entiendes, una de esas prima donnas.

la clase se te ve por

encima.

salud.”

pedí 2

más.

“sabes, mi amor, ¡tú eres el único hombre

al que AMO! o sea, que AMO….¡de verdad!

¿me entiendes?”

“sí, claro. a veces me parece que soy un rey

a pesar de mí mismo.”

sí, sí; eso es. algo así.

tenía que ir al orinal. cuando regresé

el marinero estaba sentado en mi

silla. ella le había montado la pierna encima y

él hablaba.

pasé por un lado y me puse a jugar a los dardos con

Harry el Caballo y el muchacho

de los periódicos.



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