LA GRAN TORTURA

Vincent Gallo

Traducido del inglés por Wilson Orozco

Mi familia no viajaba mucho. Los viajes más largos de mi infancia fueron antes de que empezara a estudiar. Mi mamá trabajaba todos los días en su salón de belleza que estaba al frente de nuestra casa. Mi papá, que no quería trabajar, se mantenía pegado a mí y me arrastraba en carro los siete días de la semana a varias carreras de caballos en Buffalo. Mucho viaje. Y hombre, eso sí que era diversión. Tenía que aguantar hambre todo el día y por fin, tal vez recibir un perro caliente y una taza de agua tibia, mientras veía a mi papá perder la plata arduamente ganada por mi mamá.

Una vez me fui solo en bicicleta (lejos, lo más lejos que pude), atravesando cinco barrios, hasta una parte de Buffalo que se llama Fruit Belt. Los nombres de las calles tenían nombres de frutas, ¿sabían? Como, por ejemplo, Calle Banano. Solo digamos que en este barrio había más que un puñado de negros. En realidad, creo que el único blancuzco era yo ese día. De pronto, tres negros de diecisiete años me asaltaron, me golpearon y me robaron la única moneda que tenía en el bolsillo. Yo tenía seis años. Cuando llegué a la casa, mi papá me pegó y me dijo que era un mariconcito. Me dijo que por qué no los había llevado a la casa para que se robaran el resto. Ése fue mi primer viaje. Creo que se puede decir que llevo el viaje en la sangre.

De niño, solo había visto aviones por televisión. Yo venía de gente que solo había viajado en barcos. No conocí a nadie que hubiera viajado en avión hasta que tuve dieciséis años y vivía en Nueva York. Para ir allá tuve que pedir aventones. Un marica que me recogió me lo quería mamar, pero lo obligué a que parara. Nadie me recogió en las siguientes siete horas. Hacía frío ese día.

Mi primer viaje en avión fue a Europa. Me fui a través de uno de esos servicios de mensajería en los que uno viaja gratis si uno lleva un paquete. Tenía diecisiete años en ese momento. Fue realmente fácil. Lo único que tuve que hacer fue dormir en el aeropuerto durante cuatro o cinco días y esperar a que algún paquete necesitara ser transportado a alguna parte de Europa. Una vez allá, lo único que tenía que hacer era conseguir comida gratis, dónde dormir y rebuscarme la forma de regresar. ¿Por qué quiere viajar la gente pobre en avión? ¿Por qué la gente quiere viajar? Es toda una tortura. Una gran y horrible tortura. ¿Por qué alguien quiere viajar sino es porque le están dando millones por hacerlo? Realmente no lo entiendo. La gente huele mal y los aviones también huelen mal y están llenos de enfermedades. En el aeropuerto son mezquinos, todo es caro y sucio; qué fastidio. Todo un fastidio y toda una tortura. ¿Quién putas quiere volar en clase económica? Es horrible. Las vacaciones deberían ser en la cama comiendo papitas con salsa, viendo televisión, mientras un robot te masajea y te lo mama: ésas sí son vacaciones. Eso sí es viajar. Viajar al extranjero no tiene sentido, es estúpido, sobre todo a Francia que fue mi primer destino. ¿Cuánto queso, tabaco, cafeína, vino y azúcar le mete un asqueroso francés al cuerpo en un día? Ni siquiera el asqueroso aire contaminado de París podría reducir la fetidez de esos pendejos franceses fermentados.

Fumé hierba dos veces en mi vida. La hierba es mala. No me gusta. No me gustan los marihuaneros. Es diabólica así como toda la gente que la fuma. Cuando me tome el poder en el mundo, lo primero que voy a hacer es encerrar y amarrar a todos los marihuaneros. De todas maneras, como le tenía algo de miedo a volar, algún pendejo me sugirió que me fumara un bareto en el avión y me lo dio. Debió haber sido un jíbaro. ¿Recuerdan cuando la gente podía fumar cigarrillos en los aviones? Fumaban durante todo el vuelo como cerdos. Cerdos asquerosos. Gracias a Dios que prohibieron eso. De todas maneras, fui al baño del avión y prendí el bareto. De pronto se me pegó una cancioncita de los Beatles y en instantes estaba alucinando. Creo que me demoré un mes para volver en mí. Fue el peor vuelo de mi miserable vida. Imagínense: bareta, gente y aviones; todos juntos hacia Francia. Peor no puede ser, ¿no?

Igual, viajé en tren de Francia a Italia para volar desde Roma a Nueva York. No crean que porque mi apellido es Gallo y mis papás son de Sicilia yo tengo algo que ver con esos micos. Los italianos de verdad son de Buffalo. En algún lugar entre Francia e Italia los soldados italianos llenaron el tren así que solo había posibilidad de viajar de pie. Estaba apretujado contra una pared junto a una ventana y algo estalló en mi ojo y me encegueció. Cuando llegué a Roma, mi ojo estaba totalmente hinchado y cerrado. Estuve en el aeropuerto medio ciego y con hambre, con mi cara triste hasta que alguien me ofreció comida. Era pan rancio pero hombre sí que estaba bueno aunque no tanto las partes verdes.

El vuelo de regreso a casa fue en ‘Alitalia’. Todo bien. Todavía estaba jodido con la bareta que me fumé mientras iba para Francia y seguía muy nervioso por viajar, simplemente vivo con los nervios de punta, ¿bien? Me venían recuerdos, todo eso…estoy asustado, ¿listo? No soy una gallina por miedo a que se estrelle el avión, mátenme por favor, adelante, háganme ese favor: no, solo tengo miedo de mi propia mente enferma y encerrada en un avión. De todas maneras el avión ya pasó el sobrecupo por cientos. Como que cien personas tenían el mismo tiquete que otras cien personas, entonces intentaron bajar a gente del avión. Yo ni me mosquié. Después de tres putas horas de esa mierda, les ofrecieron suficiente plata a unos estúpidos viajeros para que el avión pudiera despegar.

A mi derecha va sentada una gorda italiana toda vestida de negro, con su cara metida en un pañuelo negro, inclinada, moviéndose hacia atrás y hacia adelante, llorando por alguien que murió. Quién sabe por quién. Si hubiera sido yo, duraría seis meses en mi casa antes de que alguien se diera cuenta de mi muerte. Alguien vendría a pedirme plata prestada y se darían cuenta. Estarían sin saber qué hacer. Si vaciar mis bolsillos y volarse o dar aviso sobre mi muerte. De todas maneras, esta vieja culona, señora asquerosa me está poniendo de verdad nervioso con su movimiento hacia atrás y hacia adelante y con su lloradera. Odio cuando las viejas lloran. Siempre son las que lloran. Yo no hacía nada. Sentado a mi izquierda va otro maldito viejo, un viejo asqueroso italiano. Hay muchos viejos en Italia, me imagino, porque nunca trabajan. Lo único que hacen es comer. Que Dios no permita que trabajen.

De todas maneras, en la mitad de este miserable vuelo, el asqueroso italiano a mi izquierda empieza a ahogarse y a jadear. Está convulsionando. Una perra azafata viene y por fin uno de los macacos de los pilotos viene con los primeros auxilios. Nos hacen parar a seis de nosotros mientras están con el viejo. Veo agujas entrar en su pecho, todo está claro, tengo un mal presentimiento. Ya no hay un solo puto asiento disponible en este avión así que acomodan a este maldito viejo en su asiento contra la ventana, tapado con algunas sábanas y me obligan a sentarme de nuevo junto a él. Sé que el tipo está muerto. Está frío y tieso. Está muerto, ¿entienden? Muerto. Muerto, muerto, muerto. Me dicen que está durmiendo y que se va a mejorar. Vuelo cuatro horas más al lado de un tipo muerto y una mujer llorando. Ambos oliendo mal. El asqueroso italiano todavía con la baba colgándole de la boca. Colgando sin haber sido llamada, como un pedazo de hielo lento y pegotudo.

Es decir, cuando negocio un contrato para actuar y tengo que volar, todo el salario se basa en el dolor que siento al volar. Si tengo que ir a Europa, el precio es el doble. Si tengo que ir a Suramérica o a otros lugares primitivos es el triple. No tendrían con qué pagarme para ir a un lugar como Israel, Marruecos, Corea, Albania o España. Por un millón de dólares ni siquiera iría a Harlem. Sin embargo, lo pensaría si fuera a ciertas zonas de Austria y Alemania.

Mi hermoso hogar está en Nueva York. Antes, me encantaba llegar a Nueva York de algún horrible viaje. Aunque da tristeza: ya no es lo mismo cuando regreso a Nueva York. ¿Cómo puede ser emocionante volver a una ciudad donde vive ese niñito rico, cuasi enano, mariquita y violador de Harmony Korine? ¿Qué le pasó a Nueva York? ¿Recuerdan los viejos tiempos cuando la niña de Connecticut, Chloe Sevigny, tenía la suerte de mamárselo a alguien para poder vivir? ¿Recuerdan cuando David LaChapelle era un desconocido, un ratero, un mesero marica, un prostituto y hacía el aseo de la discoteca Studio 54? Soy tan feliz de tener una mansión en Los Ángeles. Solamente si ese judío de Guy Osery no viviera allí, sería realmente una gran ciudad.

Me gusta manejar. Voy en mi carro y estoy completamente solo; o voy en mi carro y me lo están mamando: manejando solo o viendo cómo me lo maman. Echo algo de gasolina, me levanto un culo y nadie a mi lado fuma bareta, pero si quisiera fumar me podría negar. Manejando, manejando; completamente solo sin nadie detrás de mí. Solo, solo, solo, en mi gran negro Cadillac.

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