EL ASESINO COBRA VIDA

Charles Montaldo

Traducido del inglés por: Alejandro Ramírez

Volverá a su celda. Cerrarán la puerta, su pequeña jaula oscurecerá. Se acostará e intentará descansar y desesperadamente intentará bloquear la realidad de cómo pasará el resto de su vida. Al principio habrá total desesperanza, como un animal que se deja perder dentro de sí mismo. Se llenará de odio –odio por el abogado, odio por el juez, odio por el ministro que lo visita diariamente, odio por la familias de sus víctimas y, finalmente, odio por sus víctimas.

Ocultará su rostro para que nadie pueda mirar dentro de él cómo se desfiguró, mientras silenciosamente grita a sus enemigos, hace crujir los dientes en un enérgico gruñido y pronuncia su venenoso ataque sobre todos ellos.

Luego la horda incrustada en su mente empezará a calmarse. Arrojará a sus enemigos a un compartimento en su mente –el mismo en el que siente que siempre ha capturado las almas de sus víctimas. Empezará a examinar la situación y amoldará su futuro, el que cree que puede manipular.

Se dirá: “¡Puedo hacer que nada suceda! No puedo permitir que me capturen, estaría todavía afuera. ¡Soy un genio! Soy más astuto que los mejores detectives de este país.” Y empezará a idear cómo sobrevivirá.

Considerará cómo convertirse en un amigo de confianza para sus captores, como alguien que está por encima de los otros presos. A su debido momento se considerará como un administrador. Si muestra que está dispuesto a contar secretos a sus compañeros de celda, finalmente pasará de ser un prisionero a ser un captor –no físicamente- sólo porque la ley no lo permite.

Puede mostrar lo buena persona que es; que tiene un dominio muy superior del idioma y finalmente empezará a predicar en el sermón de los domingos. La gente lo admirará porque se darán cuenta de lo sabio e inteligente que es. Su corazón se apresura mientras su mente avanza hacia el futuro y ve todas las posibilidades que tiene delante de él.

Imagina largas filas de sicólogos esperando entrevistarlo. Ellos quedarán impresionados con su profunda comprensión del comportamiento psicótico. Los escritores estarán peleando por él, cada uno esperando ser el elegido para escribir su historia. Se hará una película y un actor –alguien con su refinamiento e inteligencia- lo representará. Oh, sí, estará ocupado durante mucho tiempo.

Ahora que conoce su futuro puede relajarse. Una sonrisa aparece a lo largo de su rostro. Su mente llega hasta su compartimento y saca una de sus víctimas. Nadie puede enjaular su memoria. Vuelve a atrás, al momento en que tenía un control total sobre la vida de sus víctimas. Ese grito que imploraba por la vida parece un poco más lánguido aunque rehúsa admitirlo.

Ya no tiene más esa caja secreta en la que estaban todas las fotografías que le recordaban el aspecto de sus víctimas –cómo las ubicaba-, pero que sabe que nunca lo olvidará. Sin embargo, cuando trata de reconstruir las escenas en su mente éstas se rompen como un rompecabezas. No puede verlas tan claramente como podía hacerlo antes y lo justifica diciéndose que está cansado.

Busca la satisfacción que una vez obtuvo cuando pensaba en sus víctimas. Pero ya no la siente. Algo pasa. Repite otra vez el asesinato en su mente. La excitación que sintió ver a sus víctimas atadas e indefensas ha sido reemplazarlo ahora por algo incómodo. Intenta arrojarlo lejos, pero no se mueve.

Su rostro empieza a enrojecer. Siente un calor que viene de su cuerpo hasta su mente y las llamas consumen las imágenes que había almacenado adentro. El sentimiento inconfortable lo doblega. Alguien puede pensar que es remordimiento, pero se equivoca.

Sí, es una emoción. Una que para la mayoría de nosotros vine y se va rápidamente, pero que para alguien como él funciona como un gusano que consume lentamente el mismísimo núcleo de su existencia. Este animal que acecha familias, niños, mujeres y que se alimenta sabiendo que él tuvo una comunidad atemorizada, no puede moverse de una emoción que es la que más detesta. Estaba avergonzado. Avergonzado que su coraza fuera derribada y que la gente ahora supiera el despreciable ser humano que era.

Mientras su rostro se vuelve rojo de calor, captura un relámpago de verdad. A aquellos que se ríen disimuladamente a su espalda sabrán cómo se vestía con la ropa interior de mujer y cómo usaba una improvisada máscara de mujer. A aquellos que persuadió de respetarlo no lo harán más. Todos sus esfuerzos por ser un hombre de autoridad se han evaporado y aquellos que él fastidió sacudirán la cabeza intencionalmente, como si siempre hubieran sabido que en realidad él era un perdedor. Se da cuenta que no habrá ese compañerismo con los guardianes de la prisión ni sermones los domingos ahora que se ha conocido toda la verdad.

Exhausto, divaga hasta ese lugar donde no se está ni dormido ni despierto. Se ve a sí mismo avanzado hacia la entrada del patio exterior. Siente el distanciamiento de los alrededores. Sospecha que no está solo. Siente temor, temor como el que nunca antes ha sentido. No está preparado para morir, pero no detiene la cuchilla que escarba en su pecho, en su espalda, en su mejilla. La sangre brota de él y se debilita, ahora en el suelo, respirando con dificultad e intentando una inhalación más a través de su cortado pecho. Sabe que está muriendo y cierra los ojos como si no ver lo protegiera de las puertas del infierno. Pero no puede dejar de escuchar el sonido que odia más que a nada y que es lo último que escuchará. El sonido de la risa que viene de sus asesinos. Una risotada disimulada, ululante, hacia él.

Despierta. Los ojos totalmente abiertos, viendo solamente la oscuridad aunque hay una silenciosa luz en las horas previas al amanecer de su prisión. Tiene los ojos húmedos con lágrimas. No son lágrimas por sus víctimas, no son lágrimas de remordimiento por nadie, sino lágrimas por él mismo.

Todas las noches la verdad golpeará la puerta de su mente, reemplazando su ilusoria autoestima con la realidad que el mundo no está pensando en él. Sus víctimas, reunidas en el corazón de sus seres queridos, saben que él es ahora un problema de Dios, no de ellas. La gran tristeza de ellos ha terminado y está en su lugar. La de él apenas comenzó.

“El asesino cobra vida”: título original “A Killer Gets Life”, tomado de la página Ease of the Web… http://www.eastoftheweb.com/short-stories/crimeindex.html


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