FINCA, CALOR Y ERRORES

Wilson Orozco

Hace poco estuve en la Costa, en una finca de mi papi. Leía sobre ciencia y no sé por qué. No entendía nada. Me explicaban y me explicaban el comportamiento de la luz pero era inútil; solo padecía sus rigores sobre mi espalda. El sopor y su consecuente distorsión de la realidad sí me hacían comprender por qué nunca va a haber un premio nobel de física allá. No hay manera de que la ciencia progrese en esa tierra malsana. El ventilador que hacía bulla a mi lado no servía de mucho para apaciguar mi rabia y mi ignorancia.

Entre todos los libros que presté en la biblioteca de Comfenalco estaba Quarks, chiflados y el cosmos de Jeremy Bernstein.[1] Afortunadamente lo presté y no lo compré. Porquería de libro. Lleno de errores. O al menos tenía unos cuantos. Los que logré pillar. Pero no son errores de ciencia, por supuesto. Son gazapos. Mi conocimiento no da para tanto.

En la página 195 se lee: “De lo que se puede hablar, se debe guardar silencio”, refiriéndose al famoso mantra de Wittgenstein. Eso tal vez fue lo primero y lo único que aprendí en mis inútiles y largos años por una carrera de filosofía. Hay que aclarar que la actuación de ceño fruncido de profesores y alumnos hace mucho más largos esos años.

El pequeño problema es que no es “De lo que se puede hablar” sino “De lo que NO se puede hablar” y eso cambia totalmente la cosa. Consultando incluso otra versión, la de Enrique Tierno Galván[2], dice: “De lo que no se puede hablar, mejor es callarse”.

científicos

El libro que leía tenía el mantra original en alemán y decía: “Wovon man nicht sprechen kann, deruber muss mann schweigen” Consultando también la edición bilingüe de Tierno Galván dice que realmente en alemán es darüber (202-203). Confío más en él.

El otro gazapo me recuerda a una estudiante mía que en una práctica cuando tenía que traducir antes escribía después y viceversa. Para ajustar, cuando decía siglo XIX, ella entendía siglo XX. Creo que la asistencia a tantas marchas estudiantiles la tenía un poco trastornada. En la página 171 nos dicen que Einstein murió en 1955 y tres páginas después que recibió una carta en 1987,…¿o serán cosas de la velocidad de la luz de las que Einstein tanto habló solo para iluminados?

En la página 172 lee uno Yew Yorker y es New Yorker pero ya ahí la ira es semejante a la de la corrección de una práctica.

En últimas, ¿descuidos del traductor, del corrector, del autor?… ¿de quién por dios?

Pero con resignación hay que pensar que finalmente todo en el mundo (y todo el mundo) debe ser un gran malentendido.

Bueno, eso es todo. No compren el libro.



[1] Madrid: Alianza Editorial. “Versión española de Tomás González Llarena”.

[2] Wittgenstein, Ludwig. Tractatus lógico-philosophicus. Madrid: Alianza Editorial, 1984.



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