TRIPAS

Chuck Palahniuk

Traducido del inglés por: Natalia Quintero

Inhala.

Toma tanto aire como puedas. Esta historia debería durar tanto como puedas aguantar la respiración y después sólo un poco más. Luego escucha tan rápido como puedas.

Un amigo mío, cuando tenía trece años, escuchó hablar sobre “el enganche”, que es cuando un tipo se mete un consolador por el culo, el cual produce una fuerte estimulación de la glándula de la próstata. El rumor es que puedes tener explosivos orgasmos sin necesitar las manos. A esa edad, este amigo ya era todo un pequeño maniático sexual. Siempre estaba obsesionado por encontrar mejores maneras de venirse. Salió a comprar una zanahoria y vaselina para llevar a cabo una pequeña investigación privada. Luego imaginó como se vería la escena en la caja del supermercado: la zanahoria solitaria y la vaselina rodando por la cinta transportadora hacia el cajero de la tienda. Todos los clientes que están haciendo la fila observan. Todos ven la gran noche que ha planeado.

Entonces, mi amigo compró leche, huevos, azúcar y la zanahoria: todos los ingredientes para una torta de zanahoria. Y la vaselina.

Como si fuera a casa a meterse una torta de zanahoria por el culo.

Una vez en casa, moldeó la zanahoria de manera que no quedara afilada. La untó de lubricante y se la metió por el culo. Después…nada. No hubo orgasmo. No pasó nada, solo dolió.

Luego, su madre lo llama a comer. Le dice que baje de inmediato.

Se sacó la zanahoria y escondió esa cosa asquerosa y resbaladiza entre la ropa sucia que había debajo de su cama.

Después de comer, fue a buscar la zanahoria y no estaba. Mientras cenaba, su madre se llevó toda su ropa sucia para lavarla. No había forma de que ella no la encontrara, cuidadosamente pulida con uno de sus cuchillos para pelar y que todavía brillaba debido al lubricante, y apestosa.

Mi amigo esperó durante meses con incertidumbre, esperaba que sus viejos lo confrontaran. Nunca lo hicieron. Nunca. Incluso ahora que ha crecido, esa zanahoria invisible lo persigue en cada cena de Navidad, en cada fiesta de cumpleaños. En cada búsqueda de huevos de Pascua con sus hijos, los nietos de sus padres, esa zanahoria fantasma los merodea a todos. Es demasiado horrible para nombrarla.

Los franceses tienen una frase: “el genio de la escalera”. En francés “l’esprit de l’escalier”. Se refiere al momento en que uno encuentra la respuesta cuando ya es demasiado tarde. Cuando, por ejemplo, uno está en una fiesta y alguien lo insulta, uno tiene que decir algo. Pero bajo presión, con todo el mundo mirando, uno dice algo tonto. Pero cuando se va de la fiesta,…

Cuando empieza a subir las escalas, de repente, llega el genio. Se nos ocurre la respuesta perfecta que debimos haber dicho. El insulto perfecto.

Ese es el genio de la escalera.

El problema es que ni los franceses tienen una frase para las cosas estúpidas que, efectivamente, uno dice bajo presión. Esas cosas estúpidas y desesperadas, las que sí pensamos o hacemos.

Algunos hechos son demasiados bajos para tener siquiera un nombre; demasiado bajos para mencionarlos.

Haciendo una retrospectiva, los psiquiatras expertos en jóvenes y psicorientadores ahora dicen que el último pico en la ola de suicidios adolescentes fue de chicos que trataban de asfixiarse mientras se hacían la paja. Sus viejos los encontraban con una toalla alrededor del cuello y atada al ropero de la habitación; el chico muerto. Esperma muerto por todas partes. Por supuesto, los padres limpiaban. Le ponían pantalones al chico. Hacían que se viera… mejor. Al menos esa era la intención. El típico suicidio triste de un adolescente.

Otro amigo mío, un chico de la escuela, tenía un hermano mayor en la Marina y él contaba que los tipos en Medio Oriente se masturban distinto a como lo hacemos nosotros. Su hermano estaba en algún país de camellos donde los mercados públicos venden lo que podrían ser elegantes cortapapeles. Cada herramienta es una delgada vara de plata lustrada o latón, quizá tan larga como una mano, con una gran punta, ya fuera una gran bola de metal o el tipo de mango refinado que uno ve en una espada. Este hermano de la Marina dice como se les para a los árabes y después se meten esta vara de metal en la verga. Y se pajean con la vara adentro, que lo hace mucho mejor. Más intenso.

El tipo es la clase de hermano mayor que viaja por el mundo y comenta dichos franceses, rusos y consejos prácticos para masturbarse.

Después de esto, un día el hermano menor falta a la escuela. Esa noche me llamó para pedirme que recogiera sus tareas para las próximas semanas porque estaba en el hospital.

Tenía que compartir la habitación con unos viejos que necesitan que se encargaran de sus tripas. Dijo que todos tenían que compartir la misma televisión. Su única privacidad era una cortina. Sus viejos no fueron a visitarlo. Por teléfono habla de cómo sus viejos podrían matar ahora mismo a su hermano mayor que está en la Marina.

También dijo que el día anterior estaba un poco drogado. En casa, en su habitación, estaba tirado en la cama con una vela encendida y hojeando revistas porno, listo para pajiarse. Todo esto después de escuchar la historia de su hermano en la Marina. Ese interesante aporte sobre cómo se masturban los árabes. El chico busca a su alrededor algo que pueda hacer el trabajo. Un bolígrafo es demasiado grande. Un lápiz, demasiado grande y duro. En cambio la vela, cuando gotea por un lado, se forma una delgada y suave capa de cera que podría servir. Apenas con la punta de un dedo, este chico separa la larga capa de cera de la vela. La frota y la moldea entre las palmas de sus manos. Larga, suave y delgada.

Drogado y excitado, se la introduce dentro, más y más profundo en la uretra. Sin haberla metido toda, empieza a estimularse.

Incluso ahora, dice que esos árabes son unos malditos astutos. Han reinventado la masturbación. Acostado de espaldas en la cama lo está pasando tan bien que el chico no puede estar pendiente de la cera. Está a punto de lograrlo cuando la cera ya no se asoma fuera de su erección.

La delgada vara de cera se resbaló hacia adentro. Por completo. Tan adentro que no puede ni siquiera sentirla adentro.

Desde abajo, su madre le avisa que es hora de cenar. Le dice que baje de inmediato. Este chico de la cera y el de la zanahoria son personas diferentes, pero todos vivimos casi la misma vida.

Después de la cena le empiezan a doler las tripas. Como es cera, se imagina que simplemente se derretirá adentro y la meará. Ahora le duele la espalda. Los riñones. No se puede parar derecho.

El chico está hablando por teléfono desde la cama de hospital y en el fondo se pueden escuchar campanas y gente gritando. Programas de juegos.

Las radiografías muestran la verdad: algo largo y delgado, doblado dentro de su vejiga. Esta larga y delgada V dentro suyo está almacenando todos los minerales de su orina. Se está poniendo más grande y dura, cubierta con cristales de calcio, golpea y desgarra las suaves paredes de su vejiga, obturando la salida de su orina. Sus riñones están trabados. Lo poco que gotea de su pene está rojo de sangre.

El chico y sus viejos, toda la familia mirando las radiografías con el médico y las enfermeras parados allí, la gran V de cera brillando para que todos la vean: tiene que decir la verdad. La forma en que se masturban los árabes. Lo que le escribió su hermano en la Marina.

En el teléfono, ahora, se pone a llorar.

Pagaron la operación de la vejiga con los ahorros para la universidad. Un error estúpido, y ahora jamás será abogado.

Te metes dentro de cosas. Te metes cosas adentro. Una vela en tu verga o una soga en tu cuello, sabíamos que serían grandes problemas.

Lo que me metió en problemas a mí lo llamo “Búsqueda de perlas”. Esto significaba joderse bajo el agua, sentado en el fondo de la piscina de mis padres. Respiraba hondo, con un impulso me iba al fondo y me quitaba los shorts. Me quedaba sentado allí por dos, tres, cuatro minutos.

Sólo por masturbarme tenía una gran capacidad pulmonar. Si hubiera tenido una casa para mí solo, lo habría hecho durante tardes enteras. Cuando finalmente terminaba de escurrirme la verga mi esperma flotaba en globos grandes y lechosos.

Después empezaba la búsqueda para recolectarla toda y limpiar cada resto con una toalla. Por eso se llamaba “Búsqueda de perlas”. Aun con el cloro, me preocupaba mi hermana o, ¡Dios mío!, mi mamá.

Ese solía ser mi mayor miedo en el mundo: que mi adolescente y virgen hermana creyera que sólo estaba engordando y diera a luz a un bebé de dos cabezas, retardado. Las dos cabezas como la mía. Yo, el padre y el tío. A fin de cuentas, lo que más nos preocupa nunca es lo que nos hace caer.

La mejor parte de la búsqueda de perlas era el tubo para el filtro de la pileta y la bomba de circulación. La mejor parte era desnudarse y sentarse allí.

Como dirían los franceses, ¿a quién no le gusta que le chupen el culo? De todos modos, en un minuto pasas de ser sólo un chico masturbándose que, al siguiente, nunca será abogado.

En un minuto estoy sentado en el fondo de la piscina y el cielo esta ondulado, azul claro a través de los ocho pies de agua sobre mi cabeza. El mundo está en silencio, sólo escucho el latido de mi corazón.

Tengo la pantaloneta de baño de rayas amarillas alrededor de mi cuello por seguridad, por si aparece un amigo, un vecino o cualquiera preguntando por qué falté al entrenamiento de fútbol. Siento la continua chupada del tubo de la pileta y estoy frotando mi flaco y blanco culo sobre esa sensación.

Tengo aire suficiente y la verga en la mano. Mis viejos están trabajando y mi hermana tiene clase de ballet. Se supone que voy a estar solo durante horas.

Mi mano casi me hace llegar, y paro. Nado hacia la superficie para volver a tomar bastante aire. Me sumerjo y me acomodo en el fondo.

Hago esto una y otra vez.

Debe ser por eso que las chicas quieren sentarse en tu cara. La succión es como una descarga que nunca se detiene. Con la verga dura y mientras me chupan el culo no necesito aire. Escucho el latido de mi corazón, me quedo abajo hasta que empiezo a ver resplandecientes estrellas. Mis piernas estiradas, el dorso de las rodillas rozando fuerte contra el fondo de concreto. Los dedos de mis pies se están poniendo morados, los dedos de los pies y de las manos se arrugan por estar tanto tiempo en el agua.

Y después lo dejo llegar. El chorro de globos blancos sale. Las perlas. Entonces necesito aire. Pero cuando intento impulsarme para salir, no puedo. No puedo sacar los pies. Mi culo está atrapado.

Los paramédicos de emergencias dirán que cada año cerca de 150 personas se quedan atascadas de éste modo, succionadas por la bomba de circulación. Si se te queda atrapado el pelo, o el culo, seguro te ahogas. Cada año, miles de personas se ahogan. La mayoría en Florida.

Sólo que la gente no habla del tema. Ni siquiera los franceses hablan acerca de todo. Con una rodilla arriba y poniendo un pie debajo, logro medio incorporarme cuando siento el tirón en mi culo. Con el otro pie debajo, pateo hacia el fondo. Me estoy liberando pero ni toco el concreto ni llega el aire.

Todavía pateando bajo el agua, y agitando los brazos, estoy a medio camino de la superficie, pero no llego más arriba. Los latidos en mi cabeza se vuelven fuertes y rápidos.

Las chispas de luz brillante pasan ante mis ojos, me doy vuelta para mirar… pero no tiene sentido. Esta soga gruesa, una especie de serpiente azul y blanca trenzada con venas se salió del desagüe y está agarrada a mi culo. Algunas de las venas gotean sangre, sangre roja que parece negra bajo el agua y se desprende de pequeños rasguños en la pálida piel de la serpiente. La sangre se diluye, desaparece en el agua, y dentro de la delgada piel blanca y azul de la serpiente se pueden ver restos de una comida a medio digerir.

Esta es de la única manera en que esto tiene sentido: algún horrible monstruo marino, una serpiente marina, algo que nunca ha visto la luz del día, ha estado escondido en el oscuro fondo del desagüe de la piscina, esperando para comerme.

Así que la pateo, pateo su piel resbalosa y gomosa y llena de venas, pero cada vez sale más del desagüe. Ahora quizá sea tan larga como mi pierna, pero aún me amarra el culo. Con otra patada estoy a una pulgada más cerca de tomar aire. Aun sintiendo que la serpiente tira de mi culo, estoy a una pulgada más cerca de escapar.

Enredados en la serpiente se pueden ver granos de maíz y maníes. Se puede ver una bola brillante, grande y naranjada. Es una especie de vitamina para caballos que mi padre me hace tomar para que aumente de peso. Para que consiga una beca de fútbol. Con hierro extra y ácidos grasos omega tres.

Ver esa pastilla me salva la vida.

No es una serpiente. Es mi largo intestino, mi colon, arrancado de mi cuerpo. Lo que los doctores llaman prolapso: mis tripas chupadas por el desagüe.

Los paramédicos te dirán que una bomba de agua de piscina absorbe 80 galones de agua por minuto. Eso son unas 400 libras de presión. El gran problema es que por dentro estamos interconectados. Nuestro culo es sólo la parte final de nuestra boca. Si me suelto la bomba sigue trabajando, desenredando mis entrañas hasta llegar a mi boca. Imaginen cagar 400 libras de mierda y podrán apreciar cómo eso puede destrozarlos.

Lo que puedo decir es que tus entrañas no sienten mucho dolor. No de la misma manera que tu piel lo siente. Los doctores llaman materia fecal a lo que uno digiere. Más arriba es quimo, pedacitos bolsones de una porquería líquida, delgada y mucosa, con residuos de maíz, maníes y alverjas.

Esa es toda la sopa de sangre y maíz, mierda y esperma y maníes que flota a mi alrededor. Aunque mis tripas siguen saliéndose del culo, sosteniendo lo que queda mi prioridad es volver a ponerme mi traje de baño de alguna manera.

Dios mío, no permitas que mis padres me vean la verga.

Una de mis manos sostiene un puño alrededor de mi culo, la otra tiene agarrada mi pantaloneta de baño de rayitas amarillas y la jala del cuello. Pero todavía es imposible ponérmela.

Si quieren saber cómo se sienten los intestinos, compren uno de esos condones de piel de cordero. Saquen uno y desenróllenlo. Llénenlo con mantequilla de maní, cúbranlo con lubricante y sosténganlo bajo el agua. Después traten de rasgarlo. Traten de partirlo en dos. Es demasiado duro y gomoso. Es tan resbaladizo que no se puede sostener.

Un condón de piel de cabra: ahí tienen un intestino común.

Pueden ver contra lo que estoy luchando.

Si me dejo ir por un segundo, me destripo.

Si nado hacia la superficie para tomar aire, me destripo.

Si no nado, me ahogo.

Estoy entre morir ahora mismo o dentro de un minuto.

Lo que mis viejos encontrarán cuando vuelvan del trabajo es un gran feto desnudo, acurrucado sobre sí mismo. Flotando en el agua sucia de la piscina del patio. Con una gruesa cuerda de venas y tripas retorcidas que le sostienen por detrás. El opuesto del niñito que se ahorca cuando se masturba. Éste es el bebé que trajeron del hospital hace trece años. Éste es el chico para el que anhelaban una beca deportiva y un título en gestión empresarial. El que los cuidaría cuando fueran viejos. Aquí están todos sus sueños y esperanzas. Flotando aquí, desnudo y muerto. Todo a su alrededor no es más que perlas lechosas y grandes de esperma desperdiciada.

Es eso, o mis viejos me encontrarán envuelto en una toalla ensangrentada, habré colapsado a medio camino entre la piscina y el teléfono de la cocina, las sobras de mis entrañas desgarradas todavía colgando por fuera de mi pantaloneta de baño de rayitas amarillas.

Algo de lo que ni los franceses hablarían.

Ese hermano mayor de la Marina nos enseñó otra buena frase. Una rusa. Cuando nosotros decimos: “me sirve pa’ culo”, los rusos dicen: “me sirve tanto como unos dientes en el culo”.

Mne eto nado kak zuby v zadnitse.

Esas historias sobre cómo los animales capturados por una trampa se mastican su propia pierna; cualquier coyote puede decir que un par de mordiscos son mucho mejores que morir.

Mierda… aunque seas ruso, algún día podrías querer esos dientes.

De otra manera, lo que tienes que hacer es retorcerte, dar vueltas. Enganchar un codo detrás de la rodilla y tirar de esa pierna hasta la cara. Morder tu propio culo. Uno se queda sin aire y mordería cualquier cosa con tal de volver a respirar.

No es algo que te gustaría contarle a una chica en la primera cita. No, si quieres que te dé el beso de buenas noches. Si les contara a qué sabe, nunca, nunca volverían a comer calamares.

Es difícil decir qué les disgustó más a mis viejos: cómo me metí en el problema o cómo me salvé. Cuando salimos del hospital, mi madre dijo: “No sabías lo que hacías, amor. Estabas en shock”. Y aprendió a preparar huevos escalfados.

Toda esa gente me tiene fastidio o lástima…

Me sirve tanto como unos dientes en el culo.

Hoy en día, la gente me dice que me veo demasiado flaco. En las cenas, la gente se queda silenciosa o se enoja cuando no como la carne horneada que prepararon. La carne horneada me mata. El jamón cocido. Todo lo que se queda en mis entrañas durante más de un par de horas sale siendo todavía comida. Las judías hechas en casa o trocitos de atún, cuando me paro y volteo a mirar, están allí flotando en el inodoro.

Después de sufrir una colectomía parcial, la carne no se digiere muy bien. La mayoría de la gente tiene 182 centímetros de intestino grueso. Yo tengo la suerte de conservar 15 centímetros. Así que nunca conseguí la beca deportiva, tampoco el título en gestión empresarial. Mis dos amigos, el chico de la cera y el de la zanahoria, crecieron, se pusieron grandotes, pero yo nunca llegué a pesar una libra más de las que pesaba cuando tenía trece años.

Otro gran problema es que mis viejos pagaron un montón de dinero por esa piscina. Al final mi padre le dijo al tipo de la piscina que fue un perro. El perro de la familia se cayó al agua y se ahogó. El cuerpo muerto quedó atrapado en el desagüe. Incluso cuando el tipo que vino a arreglar la piscina abrió el filtro y sacó un tubo elástico, un pedazo de intestino lleno de agua, todavía con una de esas vitaminas naranjadas adentro. Mi padre sólo dijo: “hijo de puta perro tan loco”.

Hasta desde la ventana de mi pieza, en el piso de arriba, podía escuchar a mi papá decir: “No se podía confiar un segundo en ese perro…”.

Después mi hermana tuvo un retraso.

Incluso después de que cambiaron el agua de la piscina, de que vendieron la casa y nos mudamos a otro estado, y de que mi hermana abortó, mis padres nunca volvieron a hablar de eso.

Nunca.

Esa es nuestra zanahoria invisible.

Ahora puedes respirar profundo.

Yo, todavía no lo he hecho.

“Tripas”: título original “Guts” de Chuck Palahniuk, publicado en la revista playboy en marzo 2004.



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