PETICIÓN AUTORIZADA


Nahid Kabiri (Irán)

Traducido por Ricardo Gómez

¿Me permite usted, señor?

¿Puedo abrir las ventanas de mi corazón

a las envolventes tentaciones de la luz?

¿Y, aunque sea desde la distancia,

mirar las bellezas de la vida?

¿Me permite usted, señor?

¿Me permite a mí – una mujer…

de entre todos los trescientos sesenta y cinco días del año,

por sólo uno, liberarme

de sus órdenes y prohibiciones?

¿Me permite usted, señor?

¿Me permite tomarme la libertad natural

de recostarme sobre la hierba verde

y siendo aún más generosa que el sol

dar al suelo esperanzado

la tibieza de mi cuerpo y alma?

¿O, en los cultivos a lo lejos,

posarme sobre un árbol solitario

para cantar en el campo

buscando la comunión con los pájaros

y la armonía con los ríos,

en los cuales nadan extáticos cardúmenes de peces

y, en recuerdo

de todos mis susurros de amor a la lluvia,

rendirme a una libertad por mucho tiempo ansiada?

¿Me permite usted, señor?

¿Me permite tan sólo por un rato en su sociedad impuesta

ser eximida de las molestias de los

“¡Detente!”s

“¡no hagas!”

“¡No!”s

y “¡Nunca!”s?

¿Me es permitido, si usted cortésmente me concede el derecho,

soñar con el amor?

¿Y, fascinada por los audaces versos del amotinamiento,

el encanto envolvente de un beso,

y el cautivador brillo de la libertad,

evadirme

de la severidad de los oficios domésticos,

impuestos exclusivamente a la mujer?

¿Me lo permite, señor?

¿Me permite por unos momentos de alivio, dejar

la aguja y el hilo,

la ropa y la plancha,

la tetera y la estufa,

y bajo los cielos infinitos del romance,

fusionar mi ser

con esos adorables momentos de sentido común e inteligencia,

que su “CÓDIGO” me ha negado siempre?

¿Me lo permite, señor?

¿Me lo permite, señor?

¿Me permite saludar algún día a un vecino?

¿O tejer una bufanda para algún transeúnte

a partir de los hilos de mis lágrimas no derramadas?

¿Y puedo emigrar sin un “permiso”

al altar de rosas

allá a lo lejos – en los fragantes campos de la primavera?

¿Me lo permite, señor?

¿Me lo permite?

¿Me permite luego burlarme de cualquier cosa de acá?

Si, burlarme, ¡señor!

Y decírselo en su cara:

su “Yasa” es una vergüenza

y la justicia en la que usted cree,

es, de hecho, una desgracia.

N. del T. Antiguo código mongol del Gengis Kan que trataba no sólo el comportamiento sancionable y los correspondientes castigos, sino también las reglas de procedimiento, los límites jurisdiccionales y los derechos de propiedad del imperio.


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